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El cuerpo como testimonio de la humanidad

'Armador' de Marco Torres / Foto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece

En la historia de la humanidad el arte ha explorado tantos ámbitos de la vida y el mundo como técnicas y formas para representarlos. En esta trayectoria se han concebido tanto la pequeña Venus de Willendorf, tallada en piedra en el milenio XXX a.C., como el gran David de Miguel Ángel, esculpido en mármol a inicios del siglo XVI; incluso se ha pasado de una técnica formalizada y estrechamente vinculada a la geometría (propia del naturalismo), a la elaboración abstracta y subjetiva de la posmodernidad y el arte conceptual contemporáneo. ¿Qué hace que cosas tan diferentes puedan ser comprendidas como arte? ¿hay un único criterio para evaluarlas y clasificarlas?

Dejando de lado los presupuestos técnicos, el arte es, entre otras cosas, una representación o exaltación de la realidad inmediata o anhelada. Cada artista y cada obra es producto de su época y de las preocupaciones correspondientes a ese momento. Así como sólo en el Renacimiento habría podido existir La Gioconda o Mona Lisa de Leonardo da Vinci, sólo en el siglo XX tuvo sentido la Marilyn en turquesa de Andy Warhol. Esto se debe a que cada momento desarrolla conocimientos y tecnologías que entran en estrecha relación con el arte y las escuelas que lo producen. El arte es en realidad un testimonio del pensamiento de distintos momentos históricos; por lo tanto, no es un reflejo único del mundo interior del artista, sino un diálogo activo entre la manera en que un sujeto interpreta las transformaciones de su medio y las circunstancias de la sociedad que las propicia.

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Ahora, si tenemos en cuenta que, además de lo anterior, el arte tiene muchos lenguajes,la potencia de la práctica como espejo del contexto y los valores latentes en la sociedad adquiere mucha más fuerza. Aunque las “bellas artes” sean usualmente el centro de los debates sobre el arte, el teatro, la música, la danza y la literatura (dentro de todas sus variaciones) son otros escenarios de propuestas artísticas. Cada escenario tiene un lenguaje propio y una forma auténtica de llegar a sus públicos y estructurar sus visiones sobre la realidad.

Uno de los grandes objetivos tanto del arte como de la ciencia y la filosofía ha sido la especie humana; cómo se ven y funcionan los cuerpos, cómo piensan o sienten las personas, cómo viven y cómo se relacionan, cómo se es humano. El tránsito entre momentos históricos ha hecho que la curiosidad por la humanidad tenga diferentes soluciones según el momento, la persona y la disciplina que se propusiera resolverla.

El cuerpo como testimonio de la humanidadFoto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece

Para los griegos la humanidad estaba ligada a una visión estética del cuerpo y un sentido hedonístico de la formación física e intelectual como reflejo de la salud y el equilibrio; durante la Edad Media, los valores religiosos introdujeron la idea de una corporalidad vinculada a un espíritu que se disputaban constantemente entre el pecado y la divinidad; posteriormente, en la Modernidad, la humanidad se desplazó al centro del mundo y el individuo adquirió protagonismo en función de sí mismo y las capacidades que su cuerpo y su mente podía explotar. Hoy, es esta herencia moderna la que prima, pero ya no es una humanidad por sí misma sino en relación con todo lo que pasa y existe en el mundo.

En realidad, la humanidad siempre ha tenido el interés de reflexionar sobre sí misma, de conocerse en sus distintos niveles y aquí el arte ha sido su testigo y su herramienta. Un caso clásico es la medicina. La curiosidad por la anatomía humana llevó al perfeccionamiento del dibujo realista, animado por el deseo de desentrañar la estructura y el funcionamiento del cuerpo. Así, en el momento en que el arte empezó a buscar formas y lenguajes para hablar de la humanidad, su forma, su cuerpo y sus experiencias, no fue más un “auxiliar” de otras disciplinas y adquirió relevancia en sí misma, convirtiéndose en una fuente importante para reflejar la esencia de los hombres y las mujeres que se retrataban.

Es aquí donde la Venus de Willendorf y el David se encuentran como formas de arte, incluso donde se relacionan las obras del naturalismo y el arte abstracto. Más allá de las técnicas y los momentos históricos que los concibieron, cada uno de ellos muestra un espejo de la experiencia humana en relación con la sociedad que la concibe. Entonces, el cuerpo y las muestras de su vida, sus impulsos y sus transformaciones se convierten en la forma de analizar y darle sentido a la humanidad.

El cuerpo como testimonio de la humanidadFoto: Fractal – Canal Trece

Los artistas son relatores de realidades que inmortalizan en cuerpos con experiencias de pasión, sufrimiento, alegría, muerte, creatividad, amor. La importancia del contexto de la obra y del artista está en los valores que le dan significado su composición de la experiencia humana, bien sea a través de la pintura (con el dibujo y el tatuaje), el performance, la música (con el beatbox) o la danza (del joropo o contemporánea). Es este anhelo por reflejar la realidad de la experiencia humana a través del cuerpo lo que hace que muchas manifestaciones sean vistas como arte, aunque sus narrativas sean completamente dispares y sus técnicas estén vinculadas a diferentes escuelas históricas y tendencias.

De acuerdo con Antonio Calderón, artista visual y director del taller 301, “hay un principio humano o una empatía natural que hace que la presencia del cuerpo humano en el arte siempre retorne y siempre se presente de una manera o de otra”. En su análisis sobre el lugar del desnudo en el arte, el cuerpo aparece como el protagonista central y como un medio de liberación de los valores del pudor, la moralidad y el tabú que acompañan la idea del cuerpo en su estado “primigenio” desde la Edad Media. Este interés por la forma y la presencia corporal está relacionado con una necesidad de retratar el sentido de lo humano en la sociedad, lo que lo lleva a su valor artístico; sin embargo, en Colombia sigue estando ligado a un distanciamiento y una prevención relacionada con el morbo y las relaciones “mal sanas” con las que se producen aproximaciones al cuerpo.

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El desnudo es el lugar en el que se reivindica al cuerpo por sí mismo dentro del arte. Sin importar el lenguaje artístico desde el que se le represente, el desnudo aviva tanto valores sobre la sociedad y el momento histórico en el que se produjo, como concepciones sobre la estética y la iconografía presentes en el análisis más técnico y académico de la obra. Su valor está en la manera más directa de mostrar las formas y las experiencias de la humanidad, añadiendo un testimonio sobre la época y la vida del artista. Este es el caso de las obras de Luis Caballero, un artista colombiano especializado en dibujos y retratos realistas de cuerpos en distintas técnicas.

Según la recopilación biográfica hecha por el Banco de la República, Caballero afirmaba, a propósito de sus dibujos, “Dibujar del natural es analizar. Es escoger. Escoger las líneas y los volúmenes que nos interesan dentro de esa maraña infinita de líneas y formas que son nuestra visión. Escoger para recrear la emoción que se siente y saber desechar para concentrar la visión […] dibujar no es reproducir la realidad sino tratar de apropiarnos la emoción fugaz y siempre distinta que produce en nosotros esa realidad”. Así, el retrato del cuerpo es un testimonio en doble vía que representa las emociones del sujeto pintado a la luz del artista que las interpreta. De hecho, su obra está fuertemente marcada por los momentos de su vida en los que hubo transiciones, apropiaciones y descubrimientos de sí y de la sociedad que lo rodeaba; la fuerza o la fragilidad del trazo mostraba el momento en que Luis Caballero estaba. Sus dibujos y pinturas fueron, en últimas, un relato biográfico de su sexualidad, un reflejo de las distintas liberaciones que lo llevaron a preguntarse sobre sí mismo y sobre el contexto.

El cuerpo como testimonio de la humanidadFoto: María Alejandra Villamizar – Canal Trece

Así, en esta dualidad del cuerpo representado y el cuerpo que siente y crea, la corporalidad es un medio para hacer arte sobre sí mismo; es decir, el cuerpo es un instrumento para mostrar y hacer arte a través de otros lenguajes como el performance, la música o la danza. En esta perspectiva el cuerpo refleja de forma viva lo que siente y experimenta. En el performance el cuerpo es el motor que activa la expresión y la intención de lo que se quiere transmitir –es el lienzo sobre el que se pinta, aunque implica una transformación constante, inherente a la movilidad y lo orgánica de la corporalidad, diferente al sentido estático de la pintura que permanece. Para este lenguaje artístico el cuerpo hace efímero el mensaje presentado, pero no por ser fugaz es menos potente.

La danza como expresión artística tiene que ver con lo que el cuerpo siente a través de la música. Bien sea en el joropo o en la danza contemporánea, hay una expresión de lo que el cuerpo experimenta y manifiesta, una necesidad de mostrar y representar intenciones e historias por medio de una coreografía, de dar vida a mensajes y relaciones mediante una apropiación del ritmo y el movimiento. En el joropo el llanero zapatea cuando el arpa lo ordena, en la danza contemporánea el cuerpo se mueve para representar sujetos, historias y contextos que cambian según la persona y la técnica del movimiento. De esta forma, este lenguaje artístico presenta una manera de moldear el cuerpo según experiencias vivas en el sujeto que las siente y las muestra; es, como en el desnudo, el cuerpo por sí mismo que se presenta como manera de arte.

Independientemente del lenguaje, el cuerpo es un protagonista en el arte. En realidad, esa concentración en el cuerpo es un reflejo de la intriga constante por saber qué es la humanidad y cómo describirla. La narración de emociones y experiencias humanas, de formas de sentir y de ser en el mundo, es la que hace que lenguajes diferentes se comuniquen y elaboren un conjunto unificado de arte, más allá de las técnicas y las formas.


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