La tercera edición del Festival de la Tigra, en Piedecuesta, dejó en el aire una mezcla indescifrable de esperanza y melancolía. Fueron cuatro días en los que se exorcizaron desdichas, desamores y frustraciones políticas, se reinventaron subversiones y se abrieron nuevas maneras de entender la música y el país en el que estamos. Una curaduría arriesgada dispuso un abanico de hip-hop, metal, carranga, chirimía, cumbia, psicodelia, cantos del Pacífico, joropo, improvisación y profundas letanías de tambores y flautas que se extendieron hasta el amanecer en parques, esquinas de iglesias y rincones insospechados del pueblo. Compusimos coplas, nos congregamos alrededor de una botella o unos humos, pogueamos, gritamos y bailamos hasta el amanecer y comprobamos que el arte es la primera y la última manera de resistir.
Al volver a Bogotá -a enfrentar la vida con algo de desdén en medio de esa inevitable tusa post Tigra- quise hablar con Adriana Lizcano, defensora de derechos humanos, cantante y una de las mentes detrás de la organización del Festival, para indagar por el componente comunitario de la Tigra, las artistas que este año fueron las grandes protagonistas, el papel de la canción protesta en nuestros imaginarios y el hermoso proyecto Adriana Lizcano y la Ruda, que apenas nace pero ya contiene una fuerza inaudita.
Adriana Lizcano en el Festival de la Tigra 2019. Foto: Festival de la Tigra
Empecemos hablando del Festival de la Tigra y de tu trabajo allí. Entiendo que estuviste trabajando con algunas veredas aledañas a Piedecuesta antes del festival. Cuéntame un poco sobre este nuevo componente.
Este año el festival quiso ir a las veredas, no en la magnitud que quisiéramos, pero fue empezar con algo. Nosotros somos cercanos a dos veredas desde el momento en el que decidimos escolarizar a Luciano, nuestro hijo mayor, por eso llegamos a la escuela. Queríamos que compartiera con niñas y niños de la comunidad, y nosotros mismos aportar desde nuestros saberes y haceres a esas escuelas. Hay una escuela en especial que vive un abandono muy grande, está detenida en el tiempo, y queríamos hacer algo allá. Tenía que ser una franja infantil porque es una escuela de primaria, niñas y niños de 5 a 11 años. Lo logramos gracias a la articulación con Los Animistas y con el Biblocarrito y otro grupo de títeres que se llama La Zotea. No había muchos recursos, pero gracias a la articulación con estos grupos se pudo hacer.
Yo estoy trabajando con un proyecto audiovisual con adolescentes, entonces queríamos traer el colegio al ciclo de cine en Piedecuesta, para eso necesitábamos buses y no pudimos. La rectora estaba articulada con nosotros y lo queríamos pasar con la Alcaldía, pero no. Solamente pudimos llevar un pequeño número de chicas a ver la ‘Señorita María’. Por eso queremos fortalecer el trabajo en las veredas, que sea un proceso y no solo la visita.
Foto: Festival de la Tigra
Quiero que hablemos de los encuentros feministas que has propiciado o en los que has estado involucrada, y cómo se vive esto en Piedecuesta. ¿Tienen preparado algo para el 8 de marzo?
Nosotras empezamos a juntarnos con unas amigas el año pasado. Yo he participado con organizaciones de derechos humanos, especialmente con la Asociación de Familiares de Detenidos – Desaparecidos. En la mayoría de estos eventos simbólicos el arte es una cuota importante pero no se le presta tanta atención al sonido. Se quería que fuera más grande, impactante. Nos reunimos con unas amigas a hablar, una de ellas la directora de la Fundación Mujer y Futuro. Ella conocía del Festival de la Tigra y dijo: por qué no hacemos algo para el 25 de noviembre, que es el día de la eliminación de la violencia contra las mujeres. Pensamos que era triste que las manifestaciones de las mujeres sean poco visibles. En Bucaramanga venimos sufriendo una ola grandísima de antiderechos, porque se han venido uniendo grupos cristianos y católicos en contra de los logros en garantía de derechos.
Tuvimos una marcha de más de 15.000 personas donde ellos salieron a defender la familia tradicional. Eso frena los alcances en materia de protección a la diversidad. Acá hay una diputada que tiene el lema: “Femenina sí, feminista no”
, o “tú puedes rehabilitarte y dejar de ser homosexual”, en vallas gigantes. Lo que teníamos que hacer acá en Bucaramanga era unirnos y manifestarnos. Nos llamamos Enmanadas, la unión de muchas organizaciones de mujeres, y quisimos festejarlo a través del arte. Nos articulamos con Andrea Echeverri que se unió a nosotras, y hubo otras mujeres en tarima. Se inauguró una batucada, que es pequeñita hasta ahora. Pero hubo más de 3000 personas en la plazoleta Luis Carlos Galán. Para el 8 de marzo vamos a hacer una movilización en redes. En Piedecuesta queremos que las estudiantes de un colegio abanderen la celebración del 8 de marzo, buscamos que se reconozcan como personas que históricamente han sufrido la desigualdad y la violencia. En esta fecha queremos comunicar “8M-teje la igualdad laboral”
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He estado indagando en la historia de la canción protesta en Colombia y cómo ha sido tan diversa como clandestina. Han sido fenómenos muy aislados y rápidamente olvidados, y ha habido muy pocas mujeres visibles en esto. ¿Por qué crees que esta historia de la protesta en Colombia ha tenido este destino?
Con la música protesta sucede que han logrado mermar y adormecer ese espíritu de lucha, y lo han hecho bien. Los medios de comunicación tienen mucho que ver. En Chile veo a Víctor Jara o a Violeta Parra, y digo: ¿acá por qué no es tan común?
Yo no conozco tanto, y hay una falla en que esa música llegue a nosotros, aunque puede que exista. Nos han quitado el espíritu de lucha, pero aun así algo se mantiene. Creo que hay algo que logró achantar a los artistas y es esa definición de “panfleto”. Hay miedo a eso, si yo digo: a desalambrar, que la tierra es tuya y mía también, pareciera que estoy diciendo algo muy literal, muy evidente. Hay cierto grupo en la música, los intelectuales, la gente que habla sobre el arte que dice que es panfletario, y le baja inmediatamente el estatus. Parece que tiene que ser una poesía más elaborada, más intelectual, pero si es así ya no va a llegar de la misma manera al pueblo. A los artistas les da jartera lo político, tanto así que hay artistas que puede que lo hagan, pero ellos mismos dicen que no les gusta hablar de lo político. Es el miedo a declararse un artista político. No sé por qué existe ese miedo, la satanización de lo literal. Yo particularmente siempre he cantado temas que tienen que ver con esas realidades.
Con La Ruda, y en las canciones que canto, no podría hablar de otra cosa. El amor, las pasiones, la cotidianidad podrían ser… pero quiero hablar de estos temas, son los que me impulsan a cantar. El humor es fundamental en estas canciones. 'El barzón', por ejemplo, una canción histórica de la Revolución Mexicana, cuenta desde lo poético la historia de una mujer que tiene una tierra y la trabaja de manera aguerrida. Esa canción es un ejemplo de lo que yo busco con mis canciones. 'La pistolera' es un cortejo, pero al final se resuelve así: “no soy casada, separada ni soltera. Soy María Cano, la pistolera”
. Yo quería que el mensaje fuera: "no seas tan machito, no creas que todo me lo solucionas tú"
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Foto: Festival de la Tigra
Precisamente en el Festival de la Tigra es evidente un interés en la protesta, en la contracultura, en la resistencia artística… Y esta vez esto ocurrió tanto en la programación académica como en la curaduría artística. Háblame un poco de la relevancia de esto para el Festival.
Dedicarse a la música en un país como el nuestro, y sin caer dentro de los monopolios o dentro de la industrialización del arte, es revolucionario. Por eso la participación de los artistas de acá. Hay un gusto personal de Edson Velandia, que es el que más ejerce esa recomendación de los grupos. Lo que buscamos es que los artistas que se suban a esas tarimas aporten un cambio, que sea un arte coherente. Este año Malena D’Alessio o Martín Batalla fueron artistas que conocen de primera mano la violencia. Malena como hija de uno de los desaparecidos de la dictadura argentina, Martín como excombatiente de las Farc que dejó las armas. Otros artistas puede que no tengan un discurso tan estructurado, pero tienen una coherencia, como Los Pirañas, que no tienen letras pero hacen una música hermosa y eso también es político. La curaduría tiene en cuenta esa coherencia en un país como el nuestro. Acá hay un grupo que se llama Caníbal Son, de La Mesa de los Santos, de carranga, que refleja un montón de situaciones de inequidad y violencia de este país. Son campesinos, pero poco pueden cultivar. Son músicos, pero poco pueden cantar. Entonces se dedican a la construcción.
Este año se coronó a La Muchacha, de Manizales, como la reina del Festival. Los cuatro días tuvimos la dicha de escuchar en su voz cantos al río, críticas, reivindicación de los páramos. También tuvimos a las Polikarpas con un concierto -y un pogo- inolvidable, a Malena D’Alessio y por supuesto a Adriana Lizcano y la Ruda con canciones satíricas y contestatarias. ¿Cuál es esta relación entre las mujeres y la protesta para ti?
Sí fue pensado el tener muchas mujeres en el festival. Siempre que hay festivales vemos más participación masculina, entonces queríamos que la presencia femenina fuera más fuerte, porque es esa presencia la que logra transformar. Malena fue toda una lucha porque venía desde Argentina, pero ella conocía el Festival y quiso venir. Al escuchar todas estas propuestas nos convencimos rotundamente.
La Muchacha. Foto: Festival de la Tigra
Imposible no preguntarte por 'Su madre patria', la canción que publicaron con Edson Velandia el año pasado. ¿Cómo nació la idea y qué impacto crees que ha tenido?
Es la suma de un montón de frustraciones: ¿qué se puede hacer en un país así?
Hay un golpe tras otro: el plebiscito, las elecciones, la segunda vuelta… está uno con el agua tan alta siempre. La canción nace de todo este dolor y de la pregunta por cuáles son las herramientas que tenemos. Pues tenemos la música, el poder de la creatividad de Edson, y se escribió un cuaderno entero haciendo esa canción. Y fue por una charla, yo no sé si él lo ha contado, con alguien acá de la ciudad, muy blanquito él, muy español, que decía: “es que gracias a los españoles…”
. A pesar de ser una persona muy consciente había una fidelidad todavía a la corona. Esta canción nace a partir de ahí, y la frase “que los mantenga su madre patria”
nació luego de un cuaderno y medio escribiendo, puliendo. La intención más grande era que la escuchara todo el mundo, que se sintieran identificados. Porque de pronto si te canto la de Jaime Garzón no le llega de la misma manera a las personas, solamente a cierto grupo de seguidores. Acá fue muy satisfactorio porque los vecinos nos decían: el campesino me la mostró, el celador, el chofer del bus… llegó, se logró.
Para los 100 años del nacimiento de Violeta Parra, en 2017, le hiciste un homenaje bellísimo, yo tuve la fortuna de verte en Matik-Matik y fue la primera vez que te escuché cantar. Ahí descubrí que tienes esa influencia de Violeta, pero también de voces como la de la mexicana Amparo Ochoa. ¿Cuál ha sido la influencia de estas mujeres?
Desde chiquita empecé a cantar porque mi padre es serenatero. Yo crecí cantando serenatas, fiestas en el campo hasta las 3 am, yo tenia 8 o 9 años y ya estaba en guaraperías, fiestas que terminaban en peleas. Crecí escuchando a Chavela Vargas, a las cantantes mexicanas, Pandora, música que escuchaba la gente en los barrios, porque llegué a descubrir otras músicas cuando estaba más grande. La voz que tengo, y esa intención, me la dieron esas fiestas de vereda cantando rancheras. Después me empezaron a llamar la atención otros temas, los curas y las monjas influenciados por la teología de la liberación. Cuando tenía 16 años quería estudiar música, pero también me gustaba el derecho, y eso estudié. Pero siempre tenía la música, y una realidad que conocía, así que quería unirlo todo. En esas creo que Edson me regaló un disco de Violeta Parra, y fue deleitarme con esas letras, con su poesía, con sus melodías, con su simplicidad, porque no es una voz adornada. Yo empecé a tocar el cuatro por la necesidad de tocar esas canciones para mis hijos. Yo escuchaba eso en Violeta, algo que nace del alma, porque era una artista sincera con lo que decía y con la vida que tuvo. Descubrí a Amparo Ochoa despuesito, como a los 22 años. Otras artistas que me han influenciado son Chavela Vargas, María Félix, Mercedes Sosa, Chabuca Granda…
Foto: Cortesía Adriana Lizcano
Ya saltando precisamente a la Ruda, cuéntame del origen de este proyecto, ¿por qué surge, desde cuándo existe, quiénes hacen parte del proyecto…?
La ruda nace hace poco, en noviembre de 2018, para Enmanadas. Hace un año empezamos a hablar, yo venía cantando solita después de lo de Violeta en compañía de algunos músicos invitados, entre ellos Edson. Toqué en Piedecuesta con Juan Pablo Villamizar y en Bogotá con Marco Villareal. Hay canciones de Edson que él tenía por ahí guardadas, que había hecho para cortos o películas, y habían quedado ahí. Yo empecé por el placer de cantar esas canciones, arranqué a tocarlas. Luego pensamos en la banda para el 25 de noviembre, y yo tenía clarísimo que quería un sonido de banda de pueblo, por eso quería la tuba, y esa combinación con la guitarra eléctrica lo hacía más lindo. Fue juntarnos, estaba Henry que es baterista de Velandia y la Tigra, Edson en la guitarra, porque nos ayudó a hacer los arreglos. Aunque siempre decimos que lo vamos a sacar, porque es el peor de todos (risas). Yo tengo la dirección, porque si no, no saldría. Las armonías me tienen que gustar. Me gusta la simplicidad. El concepto de la Ruda lo tengo yo en el timón, pero es un trabajo colectivo. El proceso ha sido corto y es muy gratificante, siento que a la gente le está llegando. A las señoras en el parque les pueden gustar, las cantarían. No he grabado las canciones, pero este año la idea es tocar más, que la banda se sienta más armada. Quisiéramos grabarlas en segundo semestre, aunque no tengo afán.
*Foto de portada: Juan Felipe Pérez Duque.