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“Radio Sutatenza: una revolución cultural en el campo colombiano”, exposición en el Banco de la República

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Radio Sutatenza

Durante los años 40, la lucha ideológica entre liberales y conservadores traspasó los escenarios gubernamentales e hizo nido en el campo colombiano, especialmente en aquellas zonas que se encontraban fuera del radar de la presencia estatal. A finales de la década, y en un país convulsionado por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el padre José Joaquín Salcedo recibió la licencia para instalar una estación radiofónica de carácter cultural en el municipio boyacense de Sutatenza. En una mitad de siglo encendido por la guerra que se cocinaba desde algunos lustros atrás en el campo colombiano, ese mismo año fueron creadas Radio Sutatenza y Acción Cultural Popular, con el propósito de generar espacios educativos dirigidos a los campesinos colombianos. Para principios de la década de los años 50, el índice de analfabetismo en el campesinado colombiano era de 65%, lo que llevó al padre Salcedo a crear las Escuelas Radiofónicas, un modelo novedoso de educación a distancia a través del cual los campesinos tuvieron acceso a la educación en diferentes áreas a través de cualquier aparato radial. Este modelo contemplaba la figura del auxiliar inmediato, un miembro de la comunidad que acompañaba los procesos pedagógicos. Las nociones principales eran lectura y escritura, cuentas básicas y planeación, bienestar físico, bienestar material y bienestar espiritual. Radio Sutatenza creó mecanismos efectivos de comunicación con sus oyentes a través de recursos radiales, visuales e incluso musicales.

Exposición Radio Sutatenza: una revolución cultural en el campo colombiano (1947 – 1994)

70 años después de la creación de Radio Sutatenza, el Banco de la República revive uno de los capítulos más importantes del campo colombiano. Para Juan Pablo Angarita, uno de los curadores de la exposición Radio Sutatenza: una revolución cultural en el campo colombiano (1947 – 1994), “es un momento importante para pensar en cómo se ha contado la relación del país con el campo. Este archivo permite pensar en la historia de la vida cotidiana de los campesinos, por ejemplo, y en la relación de los campesinos con el trabajo, con la cultura, con los medios, con la tecnología y también con el Estado”. El legado de Radio Sutatenza permanece en la memoria de aquellos que dejaron entrar los radios a sus hogares, de quienes se acercaron al conocimiento mediante las lecciones impartidas en la radio e incluso de los campesinos que convirtieron sus propias casas en escuelas radiofónicas y conectaron los conocimientos de la ciudad con los del campo. Para Juan Pablo: “en los años 50 se vivió el problema fuerte de la violencia rural, que tuvo un tinte político pero también económico, relacionado con la desconexión de las regiones con el centro. Una imagen muy bonita es que esa Colombia de los años 40 y 50 se puede rastrear en Cien años de soledad y en la idea de Macondo como una aldea. Esto se relaciona con Sutatenza porque uno de sus preceptos era hacer que esas aldeas se comunicaran entre sí”. La exposición contó con varias etapas de catalogación y curaduría. El archivo de Radio Sutatenza fue donado por ACPO en el 2008; en una segunda etapa empezó la catalogación técnica, mientras una tercera etapa llegó cuando la UNESCO nombró el archivo como Memoria viva del mundo. La biblioteca depuró un poco más y así empezó la curaduría. Angarita, junto a Ayder Berrío, Jorge Rojas y de la mano con el arquitecto Carlos Betancur y con el estudio de diseño Machete pensaron cómo debía contarse esa historia en una exposición.

“Queríamos contar problemas de la historia colombiana paralelamente a Radio Sutatenza. No queríamos hacer una curaduría que sólo contara la historia de un programa que educó a los campesinos; queríamos mostrar cómo ese programaba dialogaba con el contexto: con la violencia, con el Frente Nacional, con iniciativas como la reforma agraria y con los cambios demográficos de campo y las ciudades”.

Más de medio siglo después del inicio de Radio Sutatenza es preciso preguntarnos: ante la emergencia de los nuevos medios, ¿cuáles son las iniciativas para trazar un puente efectivo entre las ciudades y el campo en nuestros días? ¿Hemos aprendido, como país, que la educación sigue siendo la única arma efectiva contra la desigualdad y, en consecuencia, contra la violencia?

“Hoy en día, el campo colombiano se enfrenta a algunos problemas de entonces: de quién son las tierras, para qué se utilizan, cómo la mala distribución afecta a los campesinos, cómo puede el Estado puede brindarles servicios de educación, salud y recreación. En los primeros párrafos del acuerdo rural de la Habana se resume lo que quería Sutatenza: una reforma rural integral. No se trata solamente de repartir la tierra, sino de llevar los servicios al campo”.

Por Astrid Ávila

 

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