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Mary Louise Higgins: entre un panda, insectos y Colombia

Durante los últimos 28 años, Mary Louise Higgins ha sido la cabeza tras la oficina en Colombia del Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF. Bajo su dirección, la organización le ha apuntado a distintas estrategias para cuidar y mantener la biodiversidad y la naturaleza colombiana, desde decenas de investigaciones científicas, hasta intervenciones en política pública y trabajo con comunidades campesinas y étnicas. En julio de 2021, Higgins dejó su cargo en WWF.

Higgins es bióloga de profesión y doctora en entomología. Fue criada austeramente en su hogar por el coletazo de la Gran Recesión en Estados Unidos. En la Universidad de Pennsylvania estudió su carrera y fue en Berkeley, en California, donde terminó su doctorado, pero encontraría el trabajo de su vida en Colombia cuando visitó al país en 1990. Así, casi que por azar, Colombia ganó una defensora férrea de la importancia de la soberanía territorial y la vida armónica con los ecosistemas como estrategia para preservarlos. 

Hablamos con ‘Mary Lou’, como la llaman quienes la conocen, sobre estas décadas de trabajo por la preservación de la biodiversidad en Colombia, sus críticas a los tomadores de decisiones y los retos que tiene el país, pero también sobre las posibilidades del futuro y lo que deberíamos hacer para mejorar la salud del medio ambiente y, por lo tanto, la nuestra.

Usted nació en Pennsylvania, Estados Unidos, pero llegó a Colombia hace 30 años y, desde entonces, este país ha sido su casa. Pero una cosa es visitar el país y otra quedarse a vivir acá. ¿Qué encontró en este país andino y convulsionado para volverlo su segundo hogar? 

Me han preguntado esto recientemente y siento que nunca doy una reflexión adecuada, porque es difícil recordar todos los sentimientos que uno tiene y que van cambiando a lo largo de los años. Yo resaltaría tres cositas que siempre he sentido. Una es que, cuando llegué al país en 1990, tuve la oportunidad de visitar Nariño y el pacífico. Tengo que confesar que me quedé maravillada de su belleza y de lo que estaba haciendo la gente. Esa época sí fue bastante difícil pero la nueva Constitución creó mayores posibilidades de participación con el fortalecimiento del Sistema Nacional Ambiental y el reconocimiento de los derechos de las comunidades étnicas, fortaleciendo los territorios afro e indígenas. Había mucho que se podía hacer. Dos: esto combinado con que desde cualquier rincón que uno esté se aprecia la resiliencia, el compromiso y el talento humano para querer construir algo diferente; de pensar en un mejor futuro y de ver la gente luchando, que desafortunadamente también han sufrido tanto en diferentes sentidos pero, a pesar de esto, siguen adelante. Y tres, también es uno de los países más bellos que yo había conocido en ese momento y hasta hoy en día, que ya he tenido otras oportunidades para viajar más y sigue estando en los ‘Top 5’ de los países con su biodiversidad. Yo creo que estas son las cosas centrales que juegan en mi cabeza y corazón en este momento. 

¿Cree que la sociedad colombiana se ha dado cuenta del país en el que vive? ¿Qué ha faltado para entender, y por lo tanto cuidar, la riqueza natural que tenemos? 

Creo que la gente cada vez más lo aprecia y han podido conocer más. Sin embargo, obviamente las condiciones han limitado mucho a las personas de seguir explorando el mismo país. Tampoco es fácil de explorar, pero yo sí siento que hoy en día la apreciación es mucho mayor y se nota en el crecimiento de iniciativas como la Red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil. Antes existían algunas reservas, pero la red como movimiento tuvo su inició a finales de los 80 y principios de los 90 y ahora hay muchas más y más personas que quieren conservar su territorio. La misma gente de las ciudades está respondiendo a otras consideraciones y la preocupación por el medio ambiente se está incrementando. Se ve en los medios, en las elecciones que hacemos como consumidores; en la búsqueda de información que hace la gente en las redes y en temas digitales.

Dice que la gente ahora es más consciente, pero esto no era así hace 30 años. Desde su llegada a Colombia como directora de la oficina de WWF, ¿Cuáles eran las urgencias ambientales del fondo en ese momento y cómo han cambiado? 

Hay que ver el panorama de lo que estaba pasando a nivel global en los años 90. Nosotros comenzamos en esa época, pero la historia de los apoyos que ha dado WWF a la conservación en Colombia comenzó en 1974, aportando a diferentes procesos de conservación, creación de nuevas Áreas Protegidas y de comenzar a trabajar mucho más en los temas de fortalecer iniciativas de conservación de la biodiversidad, pero relacionado con el bienestar de las comunidades y la importancia del manejo territorial con los territorios étnicos. Esto fue una parte importante de lo que trabajamos. También iniciamos muchas iniciativas de participación, de fortalecimiento de procesos y de capacidades de negociación y de pedagogía de la nueva Constitución, que ha sido un trabajo que ha sido transversal desde esta época. 

Globalmente había muchos temas importantes que estaban sonando en esta época: obviamente en el 92 fue la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo y se hablaba de contaminación en la capa de ozono, de los combustibles fósiles y la pérdida global de bosques. 

A lo largo de estos años hemos hecho varias cosas: uno siempre debe buscar trabajar articuladamente con otros, porque no podemos hacer nada si no aunamos esfuerzos. Hemos crecido en términos de trabajar con otros sectores. No trabajábamos nada con el sector privado y el rol que ellos pueden jugar en la conservación; tampoco insidíamos en el sector financiero para convencerlos de hacer sus inversiones más verdes y que incluyeran los riesgos climáticos en cómo evalúan sus inversiones. Esos son temas relativamente nuevos que hemos ido incorporando. Pero una cosa que siempre hemos intentado hacer es tener una base fuerte de trabajo en los territorios. Porque nada que podamos hacer de incidencia o de informar puede ser legítimo si no entendemos estas realidades y si no estamos buscando un cambio verdadero en los territorios, que es donde están los retos grandes. Hemos querido buscar la articulación de los territorios e ir informando y trabajando en política, incidencia en política y trabajo con los sectores en relación con la agenda global. En la oficina de Colombia trabajamos mucho en todos los procesos de negociación de las agendas globales de biodiversidad, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible o la Convención Ramsar, que protege a los ecosistemas de agua dulce de importancia global. La razón de  trabajar en esto es porque Colombia, como país, ha sido muy activo intentando buscar estos espacios internacionales para mover más inversión a nivel nacional. 

¿Colombia ha tenido voluntad de tomar decisiones favorables para el medio ambiente como, por ejemplo, de reducir sus emisiones de dióxido de carbono o la deforestación del Amazonas?

Es una pregunta difícil, pero muy importante. Uno, aunque también pasa globalmente, creo que Colombia no ha repensado lo que necesita cambiar y transformar de las economías a todos los niveles. Hasta que transformemos este sistema económico vamos a seguir con ciertas contradicciones. Esto requiere también cuestionar los poderes e intereses que nos mantienen en ciertas situaciones. ¿Por qué seguimos pensando en ampliar y seguir con la dependencia en combustibles fósiles, cuando hay otras opciones viables de energías no tradicionales? ¿Por qué valoramos más cosas como la minería de oro en los ecosistemas alto andinos, en los páramos, en vez del agua, que es esencial para la vida y la producción y que está afectada tanto por el cambio climático? O ¿Por qué los costos, que los economistas llaman ‘las externalidades’ de la degradación no están incorporados de una forma muy coherente en las cuentas económicas o en las mismas empresas en términos de cubrir esto? Todavía seguimos con la discusión de pasivos ambientales de la minería. ¿Quién paga la recuperación de estas minas? ¿Por qué estas contradicciones?

Hay una cosa que quiero resaltar y es el costo de los sistemas alimentarios: la forma en que producimos, comemos y comercializamos los productos, alimentos y la producción necesitan un ambiente sano, agua y espacio; pero hay posibilidades de transformar esto para que dé beneficios para la biodiversidad o que puedan mejorar el manejo de los sistemas hídricos. Pero nos hemos enfocado en simplificar los medios del sistema a un solo cultivo y reducir a cero materia orgánica y biodiversidad de los suelos, a tratarlos como si fueran un mineral, cuando son seres vivos. Esto tiene un costo. Estuve viendo esta mañana un informe que salió analizando esto para los Estados Unidos y el documento mostraba lo que la gente paga por sus alimentos. Si incluimos el costo para la salud relacionado a las dietas, a la obesidad y la diabetes, etc., que están muy relacionadas con la forma en que comemos; si incorporamos el costo medioambiental de la conversión de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, esto le está costando a la sociedad tres veces lo que pagan por sus alimentos. ¿Quién lo paga? 

Como dije, hay que cambiar el chip de la estructura en los sistemas económicos y esto es muy difícil porque toca sistemas que ya están establecidos. Hay discusiones, por ejemplo, sobre la importancia de no invertir en más producción energética térmica basada en carbón porque eso implica que por 30 años uno estará dependiendo de este mineral y generando emisiones. También hay muchos subsidios e incentivos que propician prácticas dañinas para el medio ambiente. Por ejemplo, Guillermo Rudas, un economista colombiano excelente, ha hecho estudios sobre los beneficios de las regalías y lo que se paga en impuestos en minería de oro y a veces al final el país está perdiendo plata. Pero esto no es solo de aquí, expertos economistas en Inglaterra también han hecho el llamado a transformar los sistemas económicos y cómo contabilizamos todos estos costos.

Está sobrediagnosticado lo que estamos haciendo mal y a dónde nos está llevando, pero qué ha hecho falta para que los humanos como especie, los países o los tomadores de decisiones se tomen en serio la crisis climática, pues es el problema más grande al que se enfrenta la humanidad en este siglo, como toda la evidencia científica que tenemos sostiene.

La ciencia es contundente y la información es clara. La problemática de cambio climático fue identificada hace más de un siglo, pero no tomó mucho reconocimiento sino hasta hace 30 o 40 años. Yo creo que hoy hay muchas cosas. Uno, es esencial el conocimiento e interés de la sociedad y creo que estamos avanzando bastante. Hay mucho más interés ahora como ya mencioné. Hace poquito la revista The Economist realizó un análisis mirando los movimientos digitales por internet en diferentes partes del mundo. Colombia estuvo incluído y definitivamente la gente está buscando más información en línea. Ahora están siguiendo influenciadores, hay gente buscando productos en línea que vienen de fuentes más responsables y hay más cobertura en los medios. Hay más conocimiento, pero que la gente tenga las herramientas para poder actuar, son las otras cosas que hay que seguir trabajando

Otro componente es la voluntad de los políticos y tomadores de decisiones, que generalmente tienen una visión más cortoplacista porque están interesados en su periodo y no necesariamente pensando hacia el futuro más allá de su vida política. Lo qué pasó en este último periodo legislativo con temas como el Acuerdo de Escazú, la prohibición al fracking o el proyecto de ley de Especialidad Judicial Rural y Agraria, que fue diseñado para establecer mecanismos para la resolución de controversias agrarias y rurales, no avanzó. El proyecto fue reconocido como un avance súper importante para enfrentar los temas de deforestación. El mismo Congreso pisoteó estos asuntos. Escazú nunca salió de la Comisión, nunca votaron para ira a plenaria. 

Estos temas son políticos y que los ciudadanos voten con un criterio de importancia es algo que, ojalá, puede comenzar a cambiar. Hay que hacer que la gente vea esto como un asunto político en términos de elegir sus dirigentes. Tenemos muchas prioridades para nuestros políticos, pero la importancia para el medio ambiente y la participación ciudadana en esos procesos es tan fundamental para nuestra supervivencia y nuestro bienestar, que afecta también a la producción; porque si no hay agua, no hay producción de nada. Y si hay contaminación, vamos a enfermarnos. Los costos de la contaminación del aire en ciudades como Bogotá han sido cuantificados en términos de pérdidas de días de trabajo y de costos a la salud. Hay que convertir esto a una discusión sobre a quienes elegimos y activamente ser mucho más activos en votar, porque es el espacio que tenemos, no hay muchos otros. 

Otra cosa es que yo sí creo que hay muchas oportunidades a nivel local. No siempre hay que pensar en que las decisiones nacionales van a resolver los problemas, sino que nosotros mismos tenemos que buscar soluciones. Pero sí hay una voluntad política que necesitamos fortalecer. 

Hay decisiones de política pública que son fundamentales, pero que pasan desapercibidas. Por ejemplo, el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) es una política pública que, más o menos, ha dado resultados. Todavía falta mucho y hay problemas de conflicto interno y narcotráfico, pero en su opinión ¿cómo evalúa esta política y qué otras medidas cree que han sido positivas para el medio ambiente?

Yo creo que hay muchas. El ejemplo de Áreas Protegidas me parece muy apropiado en muchos sentidos y, aunque hay que hacer más, Colombia sí ha hecho un muy buen trabajo como país de proteger el SINAP y de ver el sistema como un todo; no es únicamente declarar áreas protegidas, hay que pensar en otras figuras, articularlas y pensar en el fortalecimiento de gobernanza en los territorios alrededor de estas áreas. Hay políticas ambientales y otras que no necesariamente han sido bien implementadas todavía o faltan cosas, pero en esto hay cosas positivas y oportunidades. 

Algunas cosas positivas que vale la pena reconocer es esta visión del desarrollo de políticas de autoridades indígenas como autoridades públicas y los resguardos como una autoridad territorial. Esto fue transformacional. Esto viene desde el presidente Barco y cuando uno mira a nivel global y de Colombia, los territorios indígenas y étnicos están considerados en condición ecológica excelente en más del 90 por ciento. Esta es una decisión acertada  porque están reconociendo sus derechos, pero también han fortalecido su autoridad y esto para la conservación de los bosques y biodiversidad y almacenamiento de carbono ha sido crítico en el país y en el mundo, pero poco está compensado. Otras figuras de ordenamiento territorial que siguen siendo innovadoras, como las Reservas Campesinas y los territorios afrocolombianos, son temas de mucho valor y han tenido un impacto tangible en términos de manejo en diferentes partes del país. Cabe resaltar una política coherentes y que está generando cosas positivas en términos de las acciones contra el cambio climático y crecimiento verde: el impuesto al carbono, que es un ejemplo de impuesto verde y hay pocos países que han establecido este estilo de tributo. 

Hay oportunidades en Colombia es miembro de la OCDE, este club de socios económicos de buenas prácticas, pero este club exige al país cumplir con los más altos estándares. Y creo que hay que resaltar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. No todo el cumplimiento y la implementación ha sido excelente, pero el liderazgo que jugó Colombia a nivel global en crear esta figura también le deja muchas oportunidades allá. 

¿Es la deforestación el problema ambiental más urgente y grave de Colombia? ¿Qué  ha hecho falta para ponerle un freno, si tenemos en cuenta que ni siquiera los bosques en Áreas Protegidas están a salvo?

Yo creo que uno de los temas grandes es el fortalecimiento de la gobernanza en estos territorios. Y esto tiene muchos diferentes ángulos o aristas. Necesitamos la participación local de la ciudadanía y seguir fortaleciendo el liderazgo en los territorios, pero esto viene con una responsabilidad grande en términos de la protección de estos líderes. Y ya hemos visto lo que le está pasando a los líderes… Entonces la protección en territorio de los defensores es fundamental. Hay que poner mucho más esfuerzo aquí. El proyecto de ley de especialidad agraria y rural es un mecanismo para fortalecer esta especialidad en territorio y también para poder tomar acciones sobre conflictos; porque parte del problema es cómo atacarlo y muchas de las cosas quedan en la impunidad. Nunca se identifica quién y quedan olvidados y no hay resultados. Es necesario poder entender quién está detrás, quién está financiando esto y tomar acción. Los que están tumbando los bosques son los que generalmente están en frente del cañón, pero no necesariamente son los autores intelectuales de acabar con estos bosques. Esto es algo que carece de fortalecer estas investigaciones y que no quede sin entender y tomar acciones contundentes legales contra estos actos. 

Otra cosa para resaltar es el rol de los diferentes sectores. Hay productos que se blanquean, pasa con la madera o con el oro, que entran en los mercados de ganadería y de otros productos y que tienen un impacto en la deforestación. Esto es un error del sector privado que tiene una posibilidad de jugar un papel articulado con los consumidores, con los mercados y con el gobierno. Pero esto también requiere que pase algo cuando se identifica y que haya sistemas de trazabilidad. Hay que parar que los productos puedan salir de regiones recién deforestadas y entrar al mercado; hay que evitar que esto tenga un beneficio económico, pero parte de los problemas más grandes es el mercado de tierras. Y es aquí dónde el tema de la especialidad y los sistemas de titulación y de integralidad agraria son tan importantes.

Hay otras medidas que Colombia ha tomado, como declarar sujetos de derechos a algunos ecosistemas ¿Qué opina de este tipo de medidas? Más allá del impacto mediático, incluso el debate filosófico que esto despierta ¿Estas decisiones tienen efectos palpables en el medio ambiente, en la realidad más allá del derecho?

Es difícil y es un tema que ha tenido eco en diferentes países. Nueva Zelanda, la India, Colombia, Ecuador. Creo que es un concepto que tiene mucha importancia para reconocer el valor intrínseco de la naturaleza y no únicamente el valor utilitario, pero también su interdependencia con la calidad de vida de los seres humanos y la preservación para generaciones futuras. En esto creo que tiene mucho valor. Ha tenido un mérito también en términos de generar acción, porque ha requerido que las autoridades y los responsables tengan que responder, definir un plan de trabajo, mostrar avances y protege los derechos individuales y colectivos a un ambiente sano que demanda la Constitución. Ahora, ¿está generando todos los cambios? Todavía está por ver, porque trasciende del derecho individual a lo colectivo y lo intergeneracional, que es interesante. Y promueve también un mecanismo de articulación entre estos derechos y los derechos del ambiente para mover la inversión. Hay otras formas de mover estas mismas agendas, pero esto ha sido algo que ha movilizado a las autoridades para tener planes de acción, hacer monitoreo, etc. Una de las cosas que también ha sido complejo, y mucho, es cómo asegurar quién habla por el río o por el bosque en términos de una representación legal en estas decisiones. Esta ha sido una de las diferencias en los casos en los diferentes países. Obviamente estamos nosotros hablando por el río, pero hay que asegurar que haya unas figuras coherentes que permitan la implementación de la acción. Yo creo que ha ido mejorando en la medida que aprendemos. Hay casos que han intentado mover en los Estados Unidos y que no han tenido el mismo eco, no han trascendido las cortes locales.

Quiero insistir en que sí tenemos que cambiar nuestra relación con la naturaleza. Cuando comenzamos a entender y actuar que nuestra salud y bienestar está íntimamente ligado a la salud y el bienestar de la naturaleza, vamos a comenzar a ver los cambios. 

En el Acuerdo de París, 195 países se comprometieron a evitar que la temperatura de la Tierra no suba más de 1.5 grados para 2030. ¿Crees que este objetivo será posible? ¿Cómo ves el futuro del planeta ahora que a diario conocemos peores noticias de la crisis climática?

La ciencia dice que sí será posible, pero si no tomamos decisiones y establecemos ambiciones fuertes, no lo vamos a lograr. Hay una cosa que es muy importante para pensar y tener mucho más presente en toda esta discusión: ninguna de estas decisiones o estas acciones pueden estar a la espalda de la pérdida vertiginosa que estamos experimentando de la biodiversidad. Tenemos que estar mirando ambos temas paralelamente. Necesitamos acciones que beneficien la naturaleza, que beneficien a la gente y que reduzcan las emisiones para el clima. Con cualquier intervención, tenemos que estar mirando esto. Si no cambiamos el sistema energético y promovemos una transición energética más justa y verde, no lo vamos a lograr. Eso sí, todos los estudios son contundentes en que tenemos que salir de la dependencia de los combustibles fósiles. Pero sí creo que es posible. 

¿Cuál cree que ha sido el legado de los casi treinta años de una oficina de WWF en Colombia con usted a la cabeza? ¿Qué le quedó faltando que le habría gustado hacer?

¡Uy! No me diga eso! Jajajaja. Bueno, pues yo creo que hay mucho. Es muy importante resaltar y enfatizar en que todo lo que hemos podido hacer ha sido por el trabajo con otros: tener aliados y socios y trabajar a nivel local con comunidades, con otras organizaciones, con el gobierno, con el sector privado. Este es el resultado. ¿Qué legado dejará para el futuro? Creo que esto nos caracteriza como organización, siempre estar buscando cómo mover a otros para jugar un papel más fuerte. Además de lo que nosotros podamos hacer directamente, hacer las cosas con otros. 

El otro tema que, para mí personalmente es importante y lo he mencionado en diferentes momentos de esta entrevista, es que desde muy temprano, por el contexto del país, incorporamos en nuestro trabajo la importancia de fortalecer los temas de Gobernanza, participación ciudadana e inclusión social en todo lo que hacemos. No fue así siempre a nivel global, pero ahora el tema de la inclusión social es fundamental y creo que es algo que está como parte de nuestros valores como organización.

Tu mencionaste antes el tema de Áreas Protegidas y yo quiero resaltarlo porque sí hemos trabajado mucho con este modelo y otros tipos de figuras. Siento mucho cariño y reconocimiento al apoyo y el trabajo que hicimos con la creación de la Red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil. Muchas de las nuevas Áreas Protegidas fueron creadas con procesos de participación social y buscando las figuras que son más apropiadas para asegurar esta participación; porque hay territorios, como Cinaruco que no daba para ser un Parque Nacional, pero sí un distrito de manejo integral nacional. Entonces uno llega a diferentes soluciones para llegar a la conservación, de la mano con la gente. El manejo efectivo de las áreas que han sido un eje importante y los mecanismos de financiamiento que es Herencia Colombia. Esto lo quería resaltar porque ha sido un trabajo de muchas diferentes capacidades de las personas en temas participación, de trabajo comunitario, con los biólogos y con las finanzas lo que nos ha permitido contribuir. 

Un último punto es que siento un gran orgullo que dejo -y nunca es fácil dejar lo que ha sido la pasión por tantos años- pero dejo establecido un excelente equipo. Un equipo comprometido, apasionado, que tiene tanta capacidad de articular, de trabajar en equipo, con otras organizaciones y que van a seguir en esta década que es clave para el futuro del planeta, como dicen todos los expertos. Entonces en esto siento mucha confianza y mucho orgullo en términos de lo que yo he podido hacer con la organización. 

Sobre la segunda pregunta siempre hay muchas cosas que uno hubiera hecho, pero creo que estamos retomándolas y otras que comenzamos que voy a tener que dejar, pero que espero algún día ver funcionando. Uno es el tema de educación. Hemos trabajado con educación muy como de ‘salpicar y entrar y salir’, pero siento que por lo menos ya hay un compromiso de moverlo adelante. Porque yo creo que la educación es tan fundamental a todo lo que podamos hacer, que no verlo consolidado todavía me deja un poquito… pero bueno. Y segundo: el tema de trabajo de sistemas alimentarios más saludables o de tener un sistema alimentario más regenerativo y saludable. Estamos iniciando, llevamos un par de años, y es un tema que me apasiona por diferentes razones: soy entomóloga de formación y porque me interesa la relación entre la dieta y salud. Pero esto va por buen camino y tenemos un excelente equipo… aunque me da un poco de guayabo abandonarlos. Y finalmente el tema de salud. Salud y ambiente y esa articulación con el sector salud, que creo que hay alguna oportunidad que no hemos podido hacer prioridad, pero tendré esta oportunidad en otros espacios.
 


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