Los nombres más raros registrados en Colombia: creatividad, tradición y ocurrencias únicas

En Colombia, los nombres propios son una verdadera expresión de identidad cultural, tradición familiar y, en muchos casos, de imaginación sin límites. Aunque la mayoría de los colombianos llevan nombres comunes como Juan, María, Andrés o Catalina, la Registraduría Nacional del Estado Civil ha revelado que cada año aparecen cientos de nombres poco usuales, llamativos e incluso extravagantes que despiertan curiosidad y humor entre los ciudadanos.

Desde clásicos antiguos como Mardonio, hasta combinaciones modernas como Idelbrandon, o nombres que parecen inventados como Exeomo, los registros civiles del país demuestran que la creatividad de los padres colombianos no tiene fronteras.

Entre la fe, la moda y la imaginación

Los nombres más raros del país muchas veces tienen raíces religiosas, extranjeras o inspiradas en personajes de la cultura popular. Por ejemplo, “Exeomo” proviene de una antigua expresión latina “Ecce Homo”, que significa “He aquí el hombre”, usada en la tradición católica durante la Semana Santa. En algunas regiones del país, especialmente en Boyacá y Santander, este nombre ha pasado de generación en generación como una forma de devoción.

Otros nombres, como Mardonio o Eufronio, reflejan un legado de tiempos pasados, cuando era común bautizar a los niños con nombres de santos o personajes bíblicos poco conocidos. Aunque hoy suenan raros, muchos de estos nombres eran comunes hace varias décadas y se conservan en registros rurales o familiares.

En cambio, los nombres contemporáneos como Idelbrandon, Yurleidis, Maikol, o Yurani surgen de la mezcla entre tendencias extranjeras y adaptaciones fonéticas al español colombiano. En ocasiones, los padres combinan sílabas de sus nombres —por ejemplo, “Ide” de Idelma y “lbrandon” de Brandon— creando fusiones únicas que se vuelven parte de la historia familiar.

Nombres que cuentan historias

De acuerdo con funcionarios de la Registraduría, cada año se inscriben miles de nombres distintos en los registros civiles del país. Algunos son elegidos por razones culturales, otros por moda o gusto personal, y no faltan los que nacen de la inspiración momentánea o incluso de la admiración por celebridades.

Existen casos curiosos como niños registrados con nombres de marcas, personajes de películas o futbolistas reconocidos. A lo largo de los años, han aparecido nombres como Usnavy (inspirado en la Marina de Estados Unidos, por las letras “U.S. Navy” en los uniformes), Marlonbrando, Yandel, Messi o Rihanna, reflejando el impacto global de la música y el deporte en la cultura popular colombiana.

En contraste, en zonas rurales aún es común encontrar nombres tradicionales, de origen indígena o religioso, que conservan una profunda carga simbólica.

¿Se pueden cambiar los nombres raros?

Sí. En Colombia, cualquier ciudadano puede solicitar el cambio de nombre ante la Registraduría, siempre y cuando sea mayor de edad o cuente con la autorización de sus padres. El trámite se hace a través de una escritura pública en una notaría y posteriormente se actualiza en el registro civil.

Muchos jóvenes que crecieron con nombres inusuales deciden modificarlos por razones prácticas o profesionales, mientras que otros los mantienen como símbolo de identidad y orgullo familiar.

Según la Registraduría, el cambio de nombre debe estar debidamente justificado, y solo puede hacerse una vez, salvo en casos excepcionales.

Una muestra de diversidad cultural

Más allá de la sorpresa que generan algunos nombres, los registros demuestran la diversidad lingüística, cultural y creativa del país. Colombia es un mosaico de tradiciones y expresiones que se reflejan incluso en los nombres de sus ciudadanos.

Detrás de cada nombre hay una historia, una familia, una región y una intención: la de distinguir, honrar o simplemente celebrar la llegada de un nuevo ser. Así, nombres como Exeomo, Mardonio, Idelbrandon, Yurleidis o Maikol se convierten en pequeños retratos de la identidad colombiana: una mezcla de fe, humor, afecto y originalidad.

Porque en Colombia, los nombres también cuentan historias —y algunas son tan únicas como el país mismo.

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