El rock en Colombia no nació de un momento concreto, sino de un proceso cultural que mezcló rebeldía, influencia internacional, crisis sociales y la necesidad de construir una identidad propia. A lo largo de más de seis décadas, el país ha vivido tres grandes generaciones del rock, cada una marcada por sonidos, estéticas y contextos completamente distintos. Esta es una mirada a cómo evolucionó este género hasta convertirse en un símbolo de expresión nacional.
Primera generación: los pioneros (años 60 y 70)
La historia del rock colombiano comienza a finales de los años sesenta, cuando el país, influenciado por el rock anglosajón, vio surgir a sus primeros guitarristas, bateristas y vocalistas dispuestos a experimentar con un sonido que entonces parecía una revolución cultural.
Bandas como Los Speakers, The Flippers y Los Yetis fueron fundamentales en la creación de una escena inicial. Tomaron prestadas las fórmulas del rock británico y estadounidense, pero rápidamente empezaron a añadir ritmos propios, desde melodías tropicales hasta guitarras inspiradas en la música andina.
Durante esta etapa, el rock todavía era visto como un acto de rebeldía. No existían festivales masivos ni apoyo mediático; las bandas tocaban en auditorios pequeños, en colegios y en espacios alternativos. Sin embargo, sentaron las bases de lo que se convertiría en un movimiento nacional.
Segunda generación: la explosión urbana (años 80 y 90)
La década de los ochenta marcó un punto de quiebre. Bogotá, Medellín y Cali vivieron momentos difíciles por la violencia, la crisis económica y el crecimiento del narcotráfico. En medio de ese ambiente, el rock se transformó en un vehículo de catarsis y denuncia.
Aquí surgieron bandas que definieron la identidad moderna del género en Colombia: Kraken, Compañía Ilimitada, Ekhymosis, Hora Local, Generación 12, Estados Alterados y La Pestilencia. Cada una aportó un estilo particular: del hard rock al punk, del new wave al rock industrial.
En los noventa llegó también la consolidación de espacios que impulsaron esta segunda ola. Rock al Parque, nacido en 1995, se convirtió en una plataforma fundamental para nuevas propuestas y para la democratización del acceso al rock.
Las emisoras juveniles, la televisión musical y los primeros videoclips nacionales conectaron al público con los artistas como nunca antes.
La segunda generación profesionalizó el género, lo masificó y lo hizo parte de la conversación cultural del país.
Tercera generación: identidad, fusión y globalización (años 2000 hasta hoy)
A partir del año 2000, el rock colombiano se abrió a una tercera etapa donde convivieron la modernidad tecnológica, la independencia artística y la globalización. Esta generación ya no buscó imitar modelos externos, sino construir un sonido propio.
Bacilos, Superlitio, The Mills, Don Tetto, Telebit, Diamante Eléctrico, Monsieur Periné y Bomba Estéreo (desde la fusión electro-tropical) encarnan esta nueva visión. Aquí el rock ya no es “puro”: convive con el pop, la electrónica, los ritmos folclóricos, el indie y las tendencias globales.
Las redes sociales, las plataformas de streaming y los estudios de grabación caseros permitieron que los músicos experimentaran sin depender de sellos tradicionales. Además, empezaron a girar internacionalmente, a ganar premios y a participar en festivales globales.
Otra característica clave es la diversidad. La tercera generación abrió espacio a mujeres, identidades alternativas y sonidos regionales, ampliando la mirada de lo que significa “rock colombiano”.
Un legado que sigue creciendo
Las tres generaciones del rock colombiano muestran un movimiento vivo, en constante transformación. Pasó de ser un sonido importado a una propuesta auténtica, moldeada por la historia social del país y por la creatividad de músicos que buscaban una voz propia.
Hoy el rock colombiano sigue evolucionando, conectando con nuevas audiencias y demostrando que, más que un género, es un capítulo indispensable en la construcción cultural de Colombia.