Gastronomía ancestral Nasa: un camino hacia la autonomía alimentaria en tiempos de crisis

Más que alimento, un acto de resistencia: vivimos en un mundo donde la inseguridad alimentaria crece a un ritmo alarmante: según la FAO (2023), más de 735 millones de personas enfrentaron hambre crónica el año pasado. Entre crisis climáticas, guerras y modelos agroindustriales basados en monocultivos y químicos, muchas comunidades se preguntan cómo recuperar el control de su alimentación.

En este escenario, el concepto de autonomía alimentaria resurge como respuesta transformadora: el derecho y la capacidad de los pueblos de decidir qué cultivar, cómo hacerlo y qué comer, en armonía con sus valores culturales y territoriales.

El pueblo Nasa, ubicado principalmente en el norte del Cauca (Colombia), lleva siglos practicando una gastronomía que no solo alimenta el cuerpo, sino que sostiene la memoria, la identidad y la biodiversidad. Hoy, conocer su cocina es descubrir un modelo vivo para construir un futuro más sano y sostenible.

Raíces profundas: historia y sentido de la cocina Nasa

La alimentación Nasa nació de una relación íntima con la Madre Tierra (Kwesx kiwe). Mucho antes de la colonización, los Nasa ya practicaban una agricultura diversificada basada en sistemas como la chagra y los maizales policultivos, donde el maíz, el fríjol, la papa, el chachafruto y la arracacha se cultivaban juntos, protegiéndose entre sí y alimentando los suelos.

El alimento se entiende como un regalo sagrado. Su preparación es colectiva: las mujeres, guardianas de las semillas y de los fogones, transmiten los saberes de generación en generación, y cada plato tiene un sentido ritual.

Según Guerrero (2020), comidas como la chicha de maíz, los caldos de quinua y los envueltos de guatila no solo nutren, sino que curan el espíritu y mantienen vivo el tejido social.

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Sabores, técnicas y secretos: un patrimonio vivo

A diferencia de la cocina rápida y ultraprocesada, la gastronomía Nasa emplea técnicas como:

  • Fermentación (para preparar chicha).
  • Secado al sol.
  • Ahumado.
  • Cocción lenta en hornos de barro.

Estas prácticas potencian el sabor, prolongan la vida útil de los alimentos y conservan sus propiedades nutricionales y medicinales. Alimentos como el chachafruto y el fríjol chonto son auténticos superalimentos: ricos en proteína, fibra y antioxidantes.

La cocina es también un espacio educativo. En los convites, las familias cocinan juntas, cuentan historias y enseñan a los niños no solo recetas, sino el respeto por la tierra y por la colectividad.

Como dice Aura Tulia Chicangana (2021): “Nuestra comida es vida, no solo para el cuerpo, también para el pensamiento.”

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Autonomía alimentaria hoy: un modelo sostenible y necesario

Actualmente, el 75 % de los alimentos que consumimos provienen de solo 12 especies vegetales y 5 animales (FAO, 2019). Esta uniformidad nos hace vulnerables a plagas, crisis climáticas y mercados especulativos.

El pueblo Nasa, en cambio, defiende:

  • Semillas nativas no modificadas.
  • Cultivos rotativos y mixtos.
  • Prohibición de agroquímicos tóxicos.

Según un estudio de la Universidad Nacional (2023), las comunidades Nasa que practican agroecología reducen su dependencia de insumos externos y logran mejorar la salud, gracias a dietas más balanceadas y naturales.

Además, recuperar ingredientes como la guatila, el amaranto o el maíz criollo significa reactivar economías locales, crear empleo rural y proteger saberes que llevan siglos nutriendo a comunidades enteras.

Cifras que respaldan el valor de la tradición

  • 12 millones de hectáreas de cultivos en Colombia dependen de semillas híbridas o transgénicas (ICA, 2022).
  • En el norte del Cauca, las comunidades Nasa gestionan más de 1.500 hectáreas con cultivos agroecológicos de maíz, fríjol, chachafruto y quinua (ONIC, 2022).
  • Las dietas tradicionales reducen hasta un 30 % la prevalencia de obesidad infantil comparadas con dietas basadas en ultraprocesados (Ministerio de Salud, 2023).

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Alimento, identidad y salud: más que llenar el plato

Para los Nasa, alimentarse no es solo sobrevivir, es ejercer soberanía cultural. Cada semilla tiene un nombre, una historia y una función en el cuerpo y en el territorio.

Preparar chicha de maíz, por ejemplo, es un acto que reúne generaciones, promueve el consumo local, respeta los ciclos lunares y protege la biodiversidad.

En contraste, la pérdida de estos saberes amenaza no solo la salud física (aumento de diabetes, hipertensión), sino también la memoria colectiva.

Conclusión: aprender del fogón Nasa para cambiar el futuro

La gastronomía ancestral Nasa enseña que la autonomía alimentaria es posible cuando se:

  • Cuida la tierra con respeto.
  • Protegen las semillas propias.
  • Comparte el alimento como acto comunitario.

No se trata de idealizar el pasado, sino de integrar saberes ancestrales a la vida moderna: sembrar en huertas urbanas, aprender recetas de nuestras abuelas, reducir el consumo de procesados y apoyar mercados locales.

En palabras de los sabedores Nasa, “comer bien es pensar bien”. Un acto tan cotidiano como preparar una sopa de quinua puede ser el primer paso hacia un futuro más justo, saludable y en equilibrio con la Madre Tierra.

 

Fuentes

  • Chicangana, A. T. (2021). Reflexiones sobre salud y autonomía alimentaria del pueblo Nasa. Revista Erasmus, 23(2), 45-60.
  • FAO (2019). Comida, territorio y memoria.
  • FAO (2023). El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo.
  • Guerrero, M. A. (2020). Saberes alimentarios del pueblo Nasa como alternativa a la crisis agroalimentaria. Revista Colombiana de Antropología, 56(1), 123-144.
  • ICA (2022). Informe sobre semillas certificadas e híbridas en Colombia.
  • ONIC (2022). Reporte de territorios indígenas y agroecología.
  • Universidad Nacional de Colombia (2023). Cocina tradicional, una alternativa para la soberanía alimentaria.
  • Ministerio de Salud y Protección Social (2023). Encuesta Nacional de Situación Nutricional.

 

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