Cada 22 de septiembre se celebra el Día Mundial sin Automóvil, una iniciativa global que invita a reflexionar sobre la forma en que nos movemos en las ciudades y el impacto que tienen los vehículos motorizados en el medioambiente, la salud y la calidad de vida de las personas. Esta fecha surgió en la década de los noventa en varias ciudades europeas y con el tiempo se ha consolidado como una jornada simbólica que busca concienciar a la ciudadanía y a los gobiernos sobre la importancia de adoptar modelos de transporte sostenibles.
La idea es simple pero poderosa: dejar el carro en casa, al menos por un día, y optar por alternativas como la bicicleta, el transporte público, la caminata o incluso los sistemas de movilidad compartida. Más allá de ser un gesto individual, el Día Mundial sin Automóvil se convierte en una acción colectiva que evidencia cómo nuestras decisiones cotidianas influyen directamente en el aire que respiramos, en el ruido que nos rodea y en la manera en que ocupamos el espacio urbano.
En ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, esta jornada ha tenido un eco particular. Aunque no siempre con las mismas dinámicas que en Europa, estas urbes han realizado actividades especiales para motivar a la población a cambiar el carro por otros medios de transporte. Bogotá, por ejemplo, ha impulsado las ciclovías y ha reforzado el sistema de transporte público en esta fecha, mostrando que las capitales latinoamericanas también están en capacidad de promover cambios significativos en la movilidad.
Uno de los principales objetivos del Día Mundial sin Automóvil es visibilizar el impacto ambiental que generan los vehículos particulares. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la contaminación del aire es uno de los principales problemas de salud pública, y gran parte de las emisiones provienen de los automotores. Reducir el uso del carro, incluso por un solo día, permite evidenciar mejoras en la calidad del aire y disminución del ruido en las calles, algo que muchas ciudades han comprobado al sumarse a esta iniciativa.
Pero no se trata únicamente de un tema ambiental. El tráfico vehicular también afecta la productividad y el bienestar emocional de las personas. Pasar largas horas en trancones genera estrés, cansancio y una sensación de pérdida de tiempo que se podría invertir en otras actividades. Al promover el uso de la bicicleta o el transporte público, no solo se busca descongestionar las vías, sino también ofrecer a los ciudadanos una experiencia de movilidad más ágil y saludable.
Además, esta fecha es una oportunidad para repensar la manera en que se diseñan las ciudades. Durante décadas, gran parte del espacio urbano se ha destinado a los automóviles: calles anchas, parqueaderos y autopistas ocupan zonas que podrían destinarse a parques, senderos peatonales o infraestructura para ciclistas. El Día Mundial sin Automóvil recuerda que las urbes deben planearse para las personas y no únicamente para los carros.
En Colombia, cada vez más colectivos ciudadanos y organizaciones ambientales promueven esta jornada como un ejercicio pedagógico. No se trata de eliminar completamente el uso del carro, sino de encontrar un equilibrio entre las necesidades de movilidad y la sostenibilidad. La apuesta es avanzar hacia un modelo en el que el transporte público sea eficiente y digno, donde las ciclovías estén bien conectadas y seguras, y donde caminar sea una opción cómoda y valorada.
El Día Mundial sin Automóvil es, en últimas, un llamado a la conciencia y a la acción. Es un recordatorio de que nuestras decisiones individuales, como elegir la bicicleta en lugar del carro, pueden convertirse en un acto político y ambiental de gran impacto colectivo. En un país donde la movilidad es uno de los mayores retos urbanos, esta jornada se convierte en un punto de partida para repensar el futuro de nuestras ciudades.
Celebrar este día no significa simplemente apagar el motor, sino abrir la puerta a un cambio cultural: el de entender que una movilidad más limpia, segura y equitativa no solo beneficia al planeta, sino también a cada ciudadano que respira un aire más puro y habita una ciudad más humana.




