Cada 28 de septiembre se conmemora el Día del Vendedor, una fecha que rinde homenaje a miles de hombres y mujeres que, con esfuerzo, ingenio y constancia, recorren las calles de Colombia ofreciendo productos y servicios que hacen parte de la vida cotidiana de millones de personas.
Los vendedores, el pulso de la calle
Desde quienes ofrecen frutas en carretas y jugos en las esquinas, hasta aquellos que venden lotería, ropa, libros, artesanías o dulces en los buses, los vendedores son protagonistas invisibles de la dinámica urbana. Su trabajo refleja resiliencia y creatividad frente a un contexto económico que muchas veces les niega oportunidades formales de empleo.
En ciudades como Bogotá, Medellín, Cali o Barranquilla, los vendedores ambulantes forman parte del paisaje urbano. Con sus pregones, colores y saberes populares, transforman la rutina de las calles en un espacio de encuentro social y cultural.
Historias de resistencia
Cada vendedor tiene una historia detrás. Algunos son jefes de hogar que encontraron en el comercio informal la única forma de sostener a sus familias; otros son migrantes que han traído sus costumbres y sabores, enriqueciendo la diversidad del país. También están los jóvenes que, ante la falta de oportunidades laborales, deciden apostarle a la venta callejera como alternativa de supervivencia y emprendimiento.
El Día del Vendedor es, entonces, una oportunidad para visibilizar esas trayectorias que hablan de trabajo duro, sueños y dignidad.
Entre la informalidad y la innovación
Aunque el comercio informal es visto muchas veces como un problema urbano, lo cierto es que representa una parte esencial de la economía popular. Según estudios recientes, en Colombia más del 50% de los trabajadores están vinculados a la informalidad, y dentro de ellos, los vendedores son uno de los grupos más representativos.
Pese a los retos, muchos de ellos han encontrado maneras de innovar: usan redes sociales para promocionar sus productos, implementan sistemas de pago digital y hasta crean marcas propias. Su capacidad de adaptación es muestra de que el trabajo en la calle no está reñido con la creatividad.
Un reconocimiento necesario
El Día del Vendedor no solo debe ser una fecha conmemorativa, sino un recordatorio de la importancia de dignificar este oficio. Es necesario avanzar en políticas públicas que reconozcan su aporte a la economía y garanticen derechos laborales, acceso a seguridad social y oportunidades de formalización.
Al mismo tiempo, como sociedad, también es un llamado a valorar a quienes hacen de las calles un espacio vivo, donde la economía popular late al ritmo de las necesidades y sueños de la gente.
Más allá de la compra
Cada vez que alguien compra un producto en la calle no solo está adquiriendo un bien: también está apoyando a una familia, a una historia y a un esfuerzo diario. El Día del Vendedor es, en esencia, un homenaje a la lucha cotidiana de quienes, bajo el sol o la lluvia, nos recuerdan que la economía también tiene rostro humano.




