Año 1903, Colombia. Atormentado por los recuerdos de la Guerra de los Mil Días, un soldado del Ejército Conservador intenta adaptarse sin éxito a la vida civil en su antigua aldea, un lugar opresivo y religioso que sucumbe ante supersticiones desenfrenadas e inquietantes rumores de personas desaparecidas.
Además de reflexionar en los efectos del estrés postraumático de guerra, Tierra de Caín aborda los ideales de masculinidad tradicional tan arraigados desde tiempos antiguos, el fanatismo religioso de la época, la ambición humana hacia el dinero y el poder, y todos los grandes miedos que podríamos tener de adultos y que se transmiten con escalofriante verosimilitud en la obra: El miedo de perder a un hijo o hija, el miedo de ser incapaz de alimentar a nuestra propia familia, o el miedo a fracasar; una serie de elementos que se nutren de nuestra realidad, el contexto histórico colombiano, pero terminan convirtiéndose en pilares universales en los que cualquier espectador, sin importar su origen, podría identificarse.
Sólo en esta cercanía con la guerra entendemos el valor de la reconciliación y la importancia de no repetir los errores del pasado.
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