Tomás Tello Monroy
28 May 2021 9:14 AM
"La ciencia ficción latinoamericana escrita desde el desgarramiento y la diversidad, es una de las grandes sorpresas literarias ede estos tiempos difíciles", escribió Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, en una pequeña reseña sobre 'El tercer mundo después del Sol', la más reciente antología de ciencia ficción del continente publicada por Minotauro en febrero de 2021. Pero Gaviria no podía imaginar los tiempos aún más difíciles que vendrían para el país.
Por eso ahora, tal vez más, sea importante virar la mirada a paisajes menos conocidos, a otros mundos posibles desde donde pensar sobre nuestra identidad, sobre la sociedad, sobre la idea de ser latinos, el género, lo queer, el new wierd y sobre creer que no estamos condenados a una eterna repetición de lo mismo, sino que, de quererlo, podríamos llegar a cualquier parte del Universo.
En esta entrevista con Rodrigo Bastidas, la cabeza tras 'El tercer mundo después del Sol' y una de las personas que más conoce del género en Colombia y en el continente, recorremos la idea tras la ciencia ficción, la importancia que ha ganado en el mundo, los retos de escribirla en Latinoamérica y mucho más. Además, repasamos algunos detalles de los 14 cuentos que componen el libro, escritos por Jorge Baradit (Chile), Luis Carlos Barragán (Colombia), Alberto Chimal (México), Gabriela Damián Miravete (México), Fábio Fernandes (Brasil), Maielis González (Cuba), Teresa P. Mira (Argentina), Laura Ponce (Argentina), Giovanna Rivero (Bolivia), Juan Manuel Robles (Perú), Solange Rodríguez Pappe (Ecuador), Ramiro Sanchiz (Uruguay), Sesana Sussmann (Venezuela), Elaine Vilar Madruga (Cuba).
Dos recomendaciones previas: papel y lápiz a la mano porque aparecerán muchos nombres importantes para la ciencia ficción y algo de paciencia, porque van a leer mucho la palabra “ciencia”.
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¿Cómo podrías definir la ciencia ficción? ¿Es un es un mero recurso narrativo, un recurso epistemológico desde el cual se piensa el mundo o es un género literario? ¿O puede ser las tres?
Es muy particular, porque yo estudio la ciencia ficción desde la literatura y aún así no la considero un género literario. Pero no la considero así, porque su estudio me llevó justamente a entenderla como un espacio epistemológico de comprensión del mundo. Si tengo que definir a la ciencia ficción de manera muy amplia, yo diría que es un tipo de literatura no realista -claramente-, que utiliza elementos de extrapolación y que tiene como centro o dominancia a la ciencia. Suena medio tonto, pero me parece importante mencionarlo porque hay textos que son más fantásticos o policiales, pero lo importante de un texto de ciencia ficción es que el concepto de la ciencia aparezca dominante dentro de la construcción de este mundo ficcional.
Lo que pasa es que cuando nosotros pensamos en la ciencia, pensamos que es un concepto rígido. Y este es el quid más importante de la ciencia ficción: la ciencia es un concepto móvil, dinámico, geográfica e históricamente situado. Si tú piensas la ciencia a principios del siglo XIX, se pensaba que la frenología se consideraba una ciencia. La ciencia ficción se está haciendo una y otra vez la misma pregunta: ¿qué es la ciencia? Pero la pregunta es tan amplia y tan variada y se rearma desde otros lugares en cada momento que se hace que sea, digámoslo así, infinita.
En América Latina la gran pregunta es ¿qué pasa con la ciencia y la tecnología en en un continente que no es del primer mundo y que no produce tecnología de punta? ¿Qué hacemos con la tecnología acá? ¿La hackeamos, la transformamos, la modificamos? O ¿qué pasa con esta ciencia que no es que venga de afuera, sino que surge de adentro? Que es la ciencia de las visiones, de los saberes de los pueblos originarios. ¿Qué pasa con esa ciencia? En la antología, yo creo que es algo que está constantemente puesto en evidencia de muchas maneras.
La idea tras lo ‘científico’ ocupa buena parte del prólogo de ‘El tercer mundo después del Sol’. Allí también apuntas a que cierta concepción de la ciencia es lo que condenó al continente durante mucho tiempo a que no se tomara en serio nuestra propia ciencia ficción.
Antes era como si estas preguntas solo se pudieran hacer donde la ciencia se produce y nosotros solamente podíamos hacer preguntas subordinadas a las grandes preguntas que “sí hacen bien" los autores estadounidenses porque producen ciencia. Leíamos cyberpunk y decíamos: ‘Esto estuvo en medio de Silicon Valley’. Y como nosotros solamente tenemos a Unilago, pues no podemos preguntar lo mismo que la gente que está allá.
Pero lo que está surgiendo ahora en América Latina es que ya se están planteando preguntas de la ciencia desde acá, y que son tan válidas como las preguntas que se hacen desde allá. Hay una especie de apropiación identitaria del lugar de enunciación.
¿Cómo está la ciencia ficción en el Latinoamérica? A juzgar por la antología, esto nunca ha estado tan bien.
Alguna vez, hablando con un amigo, le decía que los que trabajamos con la ciencia ficción siempre decimos “este es el resurgir de la ciencia ficción”, pero este resurgir se da como cada cinco años y nunca resurge del todo. Lo que cambia el contexto de la ciencia ficción latinoamericana actualmente no es tanto la existencia de autores, si no las formas que se han encontrado para que estas personas que siempre están escribiendo puedan darse a conocer y crear redes culturales que permitan que los textos atraviesen las fronteras.
Lo que ocurría normalmente con la ciencia ficción latinoamericana era que los pequeños grupos de autores, lectores o críticos del género, estaban muy limitados a distribuciones literarias que se remitían a lo nacional y, en algunos casos, a ciudades. En México, al inicio del siglo XXI había un gran movimiento de ciencia ficción en Puebla, pero los textos que se veían en el Premio Puebla de Cuento de Ciencia-ficción, no se conocían en el Distrito Federal, por ejemplo.
Ahora tenemos no solamente herramientas como Internet, sino editoriales independientes, que creo que han tenido un papel sumamente importante en crear o desarrollar una distribución y una difusión muchísimo más amplia de la ciencia ficción en otros países de Latinoamérica. Entonces, si hablo del panorama, diría que muchísimo mejor, pero ese muchísimo mejor, insisto, no se debe a que haya más escritores, sino a que se ha creado un campo cultural muchísimo más amplio y cohesionado.
La ciencia ficción estuvo mucho tiempo relegada a un espacio menor en la literatura; catalogada como lecturas ligeras para niños y jóvenes. Ahora, el género ha ganado una importancia incluso académica que permite pensarlo como objeto de estudio ¿Cómo se ha dado este fenómeno?
Esto se debe principalmente a que se ha considerado a la ciencia ficción como parte del espacio de la literatura popular y no de la literatura mainstream. Hay que pensar que la teoría de la ciencia ficción es nueva. Tenemos a un montón de gente hablando del realismo desde hace siglos y el primer gran texto teórico de la ciencia ficción es de 1979, 'Metamorfosis de la ciencia ficción’, de Darko Suvin. Es a principios del siglo XXI, con la aparición de los estudios culturales -pensemos en gente como Edward Said o el mismo Raymond Williams- y de todos los teóricos que empiezan a fundar esta vertiente del marxismo cultural. Los estudios culturales tuvieron una incidencia clara en el resurgimiento de cierto tipo de literaturas que eran consideradas parte de lo popular, entre estas la ciencia ficción.
En el caso de América Latina, incluso se demoró un poquito más. Si bien en el mundo el primer texto que le responde al de Suvin de 1979 es ‘Critial Theory and Science Fiction’ de Carl Friedman, este texto es del 2000. Acá el primer gran texto, no es que no haya habido antes, pero el primer gran texto que empieza a pensar una visión teórica es una compilación hecha por Andrew Brown y Elizabeth Ginway, ‘Latin American Science Fiction: Theory and Practice’, de 2010. Lo loco de todo esto es que viene de las academias estadounidenses. Desde ese año para acá se empieza a pensar la ciencia ficción latinoamericana ya de una manera un poquito más teórica, conceptual, como académica.
Por ejemplo, simplemente para ver lo que ha ocurrido en los últimos diez años no solo en América Latina, sino en el mundo, la literatura de ciencia ficción se ha convertido en un objeto usado constantemente para analizar dos fenómenos que no habían sido analizados desde la parte de la cultura popular, pero que funcionan bastante bien. Uno es las formas de la identidad. Justamente hay muchos estudios de género que están preguntando sobre los problemas de la identidad, que no solamente son feministas, sino de disidencias sexuales que se problematizan el concepto de la sexualidad; pero al mismo tiempo de lo humano, a partir de textos como ‘El Manifiesto Cyborg’ de Donna Haraway, o de Katherine Hayles que también habla del posthumanismo. El otro son estudios sobre el colonialismo que es la implantación de ideas colonialistas por medio de los espacios de la literatura popular.
Leyendo la antología pensé varias veces: “¿Estoy leyendo ciencia ficción o fantasía?”. Cómo crees que convive la idea de los géneros literarios en el mundo actual, donde ni siquiera la ciencia y la verdad son estables.
Hay que pensar que el nombre de ‘ciencia ficción’ surge a partir de una clasificación de revistas pulp, cuya funcionalidad era el mercado. A mí me funciona como una herramienta descriptiva, no prescriptiva, es decir que me sirve para enmarcar, y eso es lo que hace normalmente cualquier tipo de de marca genérica sobre cualquier tipo de literatura. Porque los términos “terror”, “ciencia ficción” o “fantasía” se usan para describir. Entonces creo que efectivamente sí hay géneros literarios, pero estos sirven como método de organización.
Lo que ha ocurrido desde los setentas y ochentas hasta ahora es que los críticos y los teóricos intentamos darle ciertas características que conlleven a darle especificidades a esos libros ordenados en estos “cajoncitos''. Imagínate, esto está desde 1920 con los libros de Lovecraft. La gran idea de los libros de lovecraft es que son de ciencia ficción, pero también hay alguien que es un detective, que está buscando algo, pero también aparece un monstruo terrible, que es típico del horror. Entonces, estos libros los puedo meter no en un cajoncito, sino en muchos.
Esa pregunta sobre Lovecraft fue retomada y re-evaluada en la actualidad con un género que se llama el new weird. La idea del new weird permite ese tipo de diálogos posibles entre géneros, que permite plantear preguntas nuevas como cuál es el papel de la ciencia cuando tiene vertientes tan amplias como la física teórica, que no tiene posibilidades de comprobación en la práctica; o físicas tan extrañas como la cuántica, que está basada en algo como la indeterminación. Lo que esto produjo fue la transformación de la ciencia ficción en algo más y creo firmemente en la transformación de este género hacia el new weird, que también coincide con la aparición (en la parte de identidad) de lo queer, que es algo que va más allá del género y el sexo. El género queer de la literatura es el new weird.
La antología insinúa que la ciencia ficción latinoamericana imagina mundos, y el hecho de imaginarlos, los convierte en potenciales futuros. Pero también sugiere que no somos posibilidad de desarrollo, sino existencias plenas en contextos diferentes a los del primer mundo. ¿Cómo se mezcla esto de ser hackers y consumidores de tecnología, pero atravesados por lo místico, lo chamánico y lo espiritual?
En eso me remito a las ideas del aceleracionismo. En particular a la idea de “futurabilidad” de Franco Berardi, que me gusta mucho. Según Berardi, lo resumo grosisimo modo, para construir el futuro uno tiene que pasar por una especie de tres fases: poder, potencia y posibilidad. El poder es tomar el presente en las manos y darse cuenta de que uno tiene el poder de transformar el mundo. Entonces viene la potencia, que es darse cuenta de que, según lo que haga con este presente, este tiene la potencia de ser algo o en términos postmodernos: es el “devenir en” Pero todavía no es futuro, es potencia. Luego viene la posibilidad, donde ese “devenir en”, se convierte en una posibilidad de futuro real.
Volviendo a la pregunta, yo creo que no es una u otra, sino poder darse cuenta de ese movimiento vital del poder, la potencia y la posibilidad. El gran error tiene que ver con que a nosotros se nos ha puesto el mote de ser países en vías de desarrollo y esto apunta a un desarrollo que ya está marcado, solamente que nosotros no hemos llegado todavía. Es como: “¡Uy! cuando seamos grandes, vamos a ser como Estados Unidos”. Esta otra visión lo que hace es borrar esta idea del desarrollo como un único punto; y repensar este punto de llegada a partir de la potencia del presente, que no necesariamente coincide con el desarrollo del primer mundo.
Y justamente allí caben cuentos tan interesantes como ‘La sincronía del tacto’, que no usa como pretexto pastillas o desarrollos farmacéuticos, sino una flor silvestre.
De la historia de la ciencia ficción en América Latina, generalmente se habla de la década de los 60, pero a mí me gusta verla desde mediados del siglo XIX con Juana Manuela Gorriti, una autora que me encanta y que tiene un cuento que a mí me gusta pensar como proto ciencia ficción: ‘Yerbas y alfileres’. En el cuento alguien que está muy enfermo y no se puede curar. Van donde alguien del pueblo que sabe algo como extraño, medio de espiritismo y a un muñequito, le clavan agujas. Pero en ese mismo momento está yendo un médico que le da una bebida de plantas. Al otro día la persona amanece curada y al final nunca sabemos si fue por las agujas o por las hierbas.
Lo que está sugiriendo es que, bien sea desde la creencia popular o bien sea desde la yerba, se puede curar a esta persona. Pero no desde el médico. La yerba aparece desde el siglo XIX como una posibilidad que está más allá del saber médico.
Al final de los 14 cuentos, el libro incluye un pequeño texto de reflexión sobre el género hecho por cada autor, ¿por qué quisite incluir esto?
Hay varias razones. La primera es porque es algo que encontré -modificado- en una de las antologías de ciencia ficción más importantes que existen en el mundo, 'Visiones peligrosas' de Harlan Hellison de 1967. Él le pedía a los autores que hicieran un pequeño comentario sobre los textos que estaban escribiendo. A mí siempre me gustó esa idea porque yo quería imaginar que ‘El Tercer Mundo después del Sol’ era cercano a un manifiesto, llamémoslo así; porque hay una intención más o menos epocal de tratar de mostrar lo que está ocurriendo en este momento en América Latina. Por eso era importante no solamente tener los cuentos, sino también que los autores escribieran sobre su concepto de ciencia ficción.
Por otro lado, casi todos los autores que aparecen en la antología también han escrito ensayos sobre el género, o sea que no solo han escrito sino que han pensado el género. Teresa Mira, por ejemplo, ganó un Premio Ignotus de ensayo, Ramiro Sanchiz ha escrito un montón de libros de ensayo y lo mismo Gabriela Damián, con textos históricos y críticos.
La tercera razón es la más personal. Yo estaba haciendo una tesis doctoral en ciencia ficción colombiana cuando hice esa antología, y me costó mucho trabajo encontrar datos. Entonces quise tener un poco de compasión con el Rodrigo Bastidas del futuro. El pobre Rodrigo Bastidas del 2080 va a preguntarse: "¿qué se consideraba ciencia ficción en los 2020?". Entonces verá el libro y dirá: “ok, esto me va a dar algunas pistas”, y va a ser mucho más fácil para él. Y en realidad sí lo hice pensando en dar la mayor cantidad de herramientas para la configuración de ese campo literario que, como dice Bordieu, está integrado no solo por la escritura de los textos literarios, sino con toda la red de librerías, editores, autores, ensayos y academia.
Eso da la sensación, leyendo la antología, de estar en una especie de clase de ciencia ficción en la que los expertos hablan.
Hay autores que se interesan por unos temas más que otros. Por ejemplo, Luis Carlos Barragán subraya mucho lo político, pero Teresa Mira, subraya los procesos de identidad y lo importante que es para ella lo identitario, no solamente en lo sexual, sino en lo racial. Juan Manuel Robles se alimenta de cierto tipo de ciencia ficción que tiene que ver con la construcción de la realidad, la memoria y los recuerdos. Es un foro en donde todos coinciden, pero cada uno tira para su lado.
La idea era mostrar un poquito que en Latinoamérica la ciencia ficción es muy amplia. Incluso me aventuré con dos textos que siento que son un riesgo grande porque su propuesta era rarísima, uno es el de Giovanna Rivero y el de Elaine Vilar. El de Rivero inicialmente parecería que no es un texto de ciencia ficción, porque simplemente hay una máquina que lee sentimientos y uno no entiende qué diablos pasa o por qué está ubicado en las Torres Gemelas. Pero a mí me parece que es uno de los cuentos más bacanos, justamente porque las cosas están más sugeridas que dichas y tienen que ver con la reubicación, la reidentidad de lo latinoamericano dentro de Estados Unidos, como posibilidad de forma identitaria, y eso tiene que ver con el ascenso a los infiernos, pero a través de un síntoma químico que tiene que ver con la construcción del fantasma desde lo tecnológico…
Es muy raro, pero me encanta porque es como si estuviera retando al género mismo: “A ver, señor lector, ¿por qué este cuento es de ciencia ficción?”.
Yo identifiqué dos temas muy grandes en estos cuentos. Uno ya lo mencionamos: la identidad y la posibilidad de ser otro, de definirnos. El otro es lo político y el pasado de Latinoamérica. ¿Por qué los latinos estamos escribiendo de esto y cómo nos ha marcado nuestra historia?
Esto no es propio de la ciencia ficción. Creo que los problemas de identidad quizás son mucho más fáciles de identificar, pero si ves las grandes preguntas que se está haciendo la literatura a finales de esta segunda década del siglo XXI, estas tienen que ver con los procesos de identidad que atraviesan la identidad sexual, nacional.
Te lo voy a poner lejos de la ciencia ficción, dentro del contexto político que estamos viviendo. El gran asunto tiene que ver justamente con las formas de identidad local que se están creando en contraposición con una identidad dada, que era la nacional. Es decir, la gente no se identifica con el Estado y sí se identifica con pequeños grupos locales que están apuntando a la construcción del sujeto desde lo local. Entonces tenemos a los indígenas, los barristas, los campesinos, los primera línea, los estudiantes etc.
Ahora, lo que ocurre con la ciencia ficción, que es lo más bonito, es que es posible que estas preguntas se conviertan en mundos. Estas dudas se vierten en un mundo completo, extrapolado, complejo, accesible. Ahora, si tú te sales del sexo, el género y la raza, empiezas a ampliar el campo y a pensar si eres o no una máquina… Lo que ha ocurrido, a la larga, es que la gente termina escribiendo ciencia ficción sin saberlo, porque resultó haciéndose preguntas sobre la identidad que iban más allá de la nación, por ejemplo, que fue la gran pregunta de la literatura latinoamericana del siglo XIX. En cambio queremos contestar preguntas sobre la configuración de la identidad a partir del sujeto.
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